miércoles, 19 de septiembre de 2012

Dos minutos para cuestionarte

Miraba asqueado una ciudad putrefacta, donde la gente optó por sacarse los ojos para no saber la verdad, donde el cielo era gris y no alumbraba el sol, aquella ciudad apestaba y su hedor era tan fuerte que al olerlo sentías cómo te quemabas por dentro. De pronto un temblor, un grito lejano, se acerca, abro los ojos, despierto.
El profesor me mira enojado mientras mis compañeros se ríen estúpidamente. Me pide que salga de la sala, parpadeo, pienso lo que me dice, me pongo de pie y salgo. Afuera hace un frío de mierda, siento que la cara se me congela, pienso en la ciudad de mi sueño y me dan ganas de vomitar. Miro la hora, quedan cinco minutos para almorzar

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