lunes, 17 de diciembre de 2012

Todas las hojas son del viento

La lluvia chocaba contra la ventana, el humo de mis cigarrillos me picaba en los ojos y luego se deshacía en el aire, por los parlantes se escuchaba un blues en español bastante fome, pero llenaba la habitación de algo más que humo, me levanté, apagué el cigarrillo y cambié la música, algo más clásico; Bessie Smith y su Empty Bed Blues. La música me recuerda a Rayuela de Cortázar, "Andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andábamos para encontrarnos", esa frase me revuelve el estómago y de pronto una sensación de soledad me invadió, tomé el teléfono y llamé a Luisa, de seguro estaba en su casa.
No contestó nadie, me sentí más solo aún. Tomé mi chaqueta y salí.
La lluvia mojaba hasta el alma más impermeable, encendí un cigarrillo húmedo por misdedos mojados, aspiré el humo lentamente mientras caminaba por la ciudad vacía hacia la casa de Luisa. Lo más probable sería que ella no me quiera ver, estuve dos meses fuera de la ciudad y no le escribí en ningún momento. Generalmente la se espera eso de mí, dicen que no soy un persona incapaz de amar, aunque creo que no siento nada especial por Luisa.
Camino por largo rato, las calles están vacías, nadie sale a caminar un Domingo lluvioso, prefieren esconderse o refugiarse en sus casas.
El cigarrillo llega a su fin, tiro la colilla a la acera mojada y entro en una licorería a comprar más.
Al salir noto que estoy más solo que encerrado en mi departamento, eso me deprime enormemente.
Sigo caminando, evito pensar a donde voy, pero mis ganas de ver a Luisa son incontenibles. Mientras camino me asaltan imágenes de nosotros besándonos bajo unos cipreses en la plaza, ella me pide que no fume tanto, pero no quiero fumar menos, me gusta hacerlo, casi tanto como estar con ella.
El camino parece eterno, pero sé que no es así, todo tiene un final, pero ojalá que lo que tengo con Luisa no lo tenga, no soporto esta soledad, y ahora que lo pienso bien, la lluvia me ha mojado hasta lo más profundo de mi odiable ser y me he dado cuenta de cuánto necesito la compañía de alguien como Luisa.
La puerta se ve enorme y fría ante mí, golpearla me asusta, pero más me asusta ver a Luisa y que me rechace por mi maldita costumbre de no estar.
Mis nudillos golpean la fría y húmeda madera, el sonido que produce me hace sentir una especie de alivio y  angustia al mismo tiempo. La puerta se abre, ella aparece, sus ojos gigantes penetran más allá de mi mirada perdida y distraída, -Hueles a humo- dice ella mientras sonríe, como si me hubiese visto ayer, como si nunca nos hubiésemos separado, me besa en la boca y entro a su casa detrás de ella, igual que antes, igual que siempre.
Todas las hojas son del viento, ya que él las mueve hasta la muerte, canta Spinetta en la radio, yo soy una hoja y Luisa es el viento que me mueve.

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